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Secrets de bellesa que he après com a dona prehistòrica (i que tu també necessites!)

 Hola, sóc l’Eura, probablement la influencer de la meva tribu. Abans que et pensis que la meva vida és tot caçar mamuts i evitar ser devorada per un tigre dents de sabre, deixa'm aclarir una cosa: la supervivència també té estil. I sí, sóc jo qui el defineix. Primer de tot, el cabell. Ho veus? Llarg, salvatge i amb aquelles decoracions d’ossos que vaig trobar al dinar d’ahir. Això no és desordre; això és autèntica "hair couture". Quan algú em pregunta quina és la meva rutina de cura, només li somric i dic: "Una mica de fang del riu i paciència infinita amb els nusos". Ah, i les tempestes de sorra? El millor exfoliant. El meu secret de bellesa principal? La confiança. Un dia, mentre estava asseguda a prop de la foguera (i fingia escoltar els consells del xaman sobre com invocar la pluja), vaig entendre que l’actitud ho és tot. Pots portar la pell de mamut més desgastada, però si la portes com si fos d’alta costura, triomfes. No us penseu que tot és glamur. Hi ha

Cómo Sobreviví al Caos Geométrico


 Ese universo de líneas, formas y colores que parece un rompecabezas creado por un arquitecto con sobredosis de café. Si alguna vez te has encontrado mirando una obra abstracta como esta y pensaste "¿qué demonios estoy viendo?", déjame decirte, no estás solo. Yo también pasé por esa experiencia... hasta que no pude dejar de mirarla.

Todo comenzó un día común, uno de esos donde solo quieres procrastinar viendo memes. De repente, apareció en mi pantalla. Un caos de líneas entrelazadas, planos intersectados y un toque de rojo que parecía gritar "mírame". Era como si alguien hubiera decidido dibujar los planos de la ciudad del futuro, pero sin tomarse el tiempo de explicarme cómo interpretarlos. Y ahí estaba yo, atrapado, tratando de darle sentido a lo que claramente no lo tenía. Pero, oh, qué equivocado estaba.

Porque lo que al principio parecía una simple colección de líneas sin sentido, pronto comenzó a tener una vida propia. ¿Alguna vez has sentido que una obra de arte te mira a ti más de lo que tú la miras a ella? Bueno, así me pasó. No podía apartar la vista de esos trazos. Había algo inquietante y fascinante en esa complejidad, como si estuviera ante un rompecabezas visual que mi cerebro necesitaba desesperadamente resolver.

Y entonces sucedió: empecé a necesitarlo. ¿Es esto lo que llaman un flechazo artístico? Tal vez. Todo lo que sé es que, de repente, quise más. Necesitaba más de ese arte digital, más de esas líneas que juegan con mi mente y me hacen sentir que estoy viviendo en una realidad paralela donde las reglas de la física no aplican. De alguna manera, esta obra me retaba a mirar más allá, a encontrar el orden dentro del caos. O al menos, eso me decía a mí mismo para justificar mi creciente obsesión.

Después de un par de horas inmerso en este laberinto de geometría, me di cuenta de algo: necesitaba tenerlo. No era solo una cuestión de apreciación estética, no señor. Esto iba más allá. Era casi una cuestión de supervivencia emocional. Como si, sin esta obra colgada en mi pared, mi vida careciera de sentido. Y es que, en un mundo donde todo parece seguir un patrón predecible, encontrarse con algo tan fuera de lo común es un alivio. Sí, lo sé, suena exagerado. Pero ¿acaso el arte no está para eso? Para hacernos sentir algo, aunque no sepamos exactamente qué.

Así que aquí estoy, convenciéndome de que este arte es lo que me falta para transformar mi espacio vital. Si estás leyendo esto, déjame advertirte: empieza por mirar esta obra con escepticismo, pero prepárate para caer en sus redes. Y cuando te encuentres buscando la mejor forma de colgarla en tu salón o estudio, no digas que no te lo advertí.


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